Alma Calma o Verdeaurora, elige tu lugar majorero
Una isla que nunca olvidarás
Las magníficas playas de arena son uno de sus principales atractivos, pero esta isla tiene mucho más que ofrecer. Busques lo que busques en Fuerteventura, encuéntralo con Rusticae.
Cuando sobrevuelas Fuerteventura, antes de aterrizar en el aeropuerto de El Matorral te das cuenta de que has llegado a un lugar muy especial, muy diferente de tu zona de procedencia: los agujeros que divisas son cráteres de antiguos volcanes, barridos por el viento y las nubes de polvo que llegan desde el Sáhara, a solo 97 kilómetros de distancia y a cuyo paisaje se asemeja más que al del resto de islas canarias. Una vez en tierra, Fuerteventura, declarada toda la isla Reserva de la Biosfera en 2009, no deja indiferente.
«La tierra es de una hermosura de desolación. Las cabras y ovejas lamen pedruscos y sacan raicillas de yerbajos secos. Los montes sin un árbol. Y a cada paso pasa algún camello majestuosamente», escribió de ella el célebre Miguel de Unamuno, quien fuera desterrado a Fuerteventura durante cuatro meses en 1924 por el régimen de Primo de Rivera. Desolado primero por los agrestes paisajes, las semanas pasaban y, poco a poco, fue enamorándose de la isla, de sus gentes, de su gastronomía, de su «eterna primavera».
El siglo XX avanzó y el turismo tomó la isla, pero a una escala muy inferior a la de su vecina Gran Canaria y Tenerife. A pesar de ser la segunda isla más grande del archipiélago canario, las kilométricas playas de arena en las que puedes caminar sin encontrarte con nadie son aquí la tónica general. Con todo, más de dos millones de visitantes disfrutan cada año de los atractivos majoreros, entre los que destaca el surf, que se beneficia del viento alisio del noreste que envía una fuerte corriente de aire a las Canarias durante más de 300 días al año desde la caldera meteorológica de las Azores.
La capital de la isla, conocida como Puerto de Cabras hasta 1956 y Puerto del Rosario desde entonces, carece de mucho interés para el visitante, pero aquí acaban las malas noticias. En el sur, el territorio más salvaje de la isla, bajando desde Morro Jable llegarás al Faro de Jandía en el extremo más suroccidental de la isla. Cofete, al que se accede sorteando barrancos y siguiendo más pistas de tierra y sorteando barrancos, encierra espectaculares playas y secretos como la casa de los Winter, un refugio secreto para los jerarcas nazis. Más arriba, La Pared es el punto perfecto para contemplar la puesta de sol entre caravanas de surferos y familias hippies.
En el centro de la isla, muchas veces transitable a través de impresionantes carreteras escarpadas, el pueblo más visitado es Betancuria, a quien puso nombre el conquistador de Fuerteventura Jean de Béthencourt. Antigua capital de la isla, hoy, a pesar de la sobreexplotación turística, sigue manteniendo un innegable encanto y dar un paseo por sus calles bien vale la pena. Miradores como el de Morro Velosa salpican la ruta: si la calima lo permite, bájate del coche y contempla las vistas en el silencio solo interrumpido por el viento. Una estupenda manera de terminar el día es en la playa de Ajuy, también conocida como la Playa de los Muertos por un pasado que puedes adivinar debido a la aspereza del océano en este lado de la isla. Además, los restaurantes del pueblo, como Café del Mar, se distinguen por su buen pescado.
Ya en el norte, en El Cotillo surferos y no tan surferos, jóvenes y mayores se entremezclan en las calles de este pueblo de pescadores reconvertido en el lugar de moda de la isla. En sus calles, tiendas que podrías encontrar en los barrios de Gràcia o Malasaña y restaurantes vegetarianos o de pescado y bares de zumos y en su litoral, playas para todos los gustos: desde la más sureña Aljibe de la Cueva, que encabeza alguna de las clasificaciones de los más bellos atardeceres de España, hasta las más septentrionales y tranquilas playas de los Lagos y de los Charcos.
Isla de Lobos es la excursión de un día perfecta. Los barcos salen de Corralejo y el viaje toma unos veinte minutos. Con minivolcanes, lagunas y senderos interminables, aquí te sentirás como un explorador. Una vez llegues, prepárate para caminar más de una hora hasta llegar al Faro de Lobos, desde donde admirar al norte Lanzarote. A la vuelta, detente el tiempo que quieras hasta tomar el ferry de vuelta en la única y coqueta playa de la isla, conocida como la de la Calera o la Concha, con aguas tranquilas y un fondo arenoso de suave pendiente.
Si buscas un hotel en Fuerteventura, Alma Calma (imagen de arriba) es la mejor opción. Sus anfitriones, los italianos Laura y Massimiliano, se enamoraron de esta antigua casa frente al océano, en el pueblecito de Tindaya, con vistas a la montaña homónima, declarada monumento natural por, entre otras razones, el carácter sagrado que daban los majos, primeros pobladores prehispánicos de la isla. Este hotelito Rusticae brilla no solo por sus vistas, sino también por su carácter, creado con las manos de Massimiliano, quien ha reformado el hotel utilizando materiales como cal y madera reciclada. Solo hay cuatro habitaciones, por lo que, para evitar decepciones, has de reservar con antelación.
Si prefieres quedarte en una opción de alojamiento de alquiler completo, en Rusticae encontrarás dos fabulosas alternativas en Verdeaurora: Casa Pilar y Casa Aurora (imagen de abajo). A unos pasos la una de la otra, pero totalmente independientes, están ubicadas en la gran finca familiar de Verdeaurora, en el municipio de Tenicosquey, en el valle que hay entre el Monumento Natural del Malpaís Grande y Los Cuchillos de Vigán. Su capacidad es de hasta cinco personas la primera y de tres la segunda. Recientemente renovadas, cuentan con piscina independiente, salón cocina y un porche desde el que disfrutar de unas vistas paisajísticas difícilmente superables.
Terminamos nuestro recorrido por la isla majorera con una inspiradora canción del dúo Víctor y la Nube. Se titula Fuerteventura es viento:
Esta tierra de desiertos desnuda,
guarda en sus poros sedientos de agua,
el secreto de volcanes dormidos
en sus montañas
Este inmenso bajío donde respiro mi libertad,
es aire que danza con la realidad.
Esta orilla de calima y espinas respira,
el aire que viene de la mar salá.
Es viento, viento de mar,
que sacude y acaricia las huellas del tiempo con sol y sal.
Es viento, viento y arena,
que sacude y acaricia las huellas del tiempo con sol y sal.