Imagina Consolación,
Imagina l’Eau d’Issey pour Homme Vétiver
Imagina alojarte en un hotel donde la naturaleza es parte integral de cada una de las estancias. Un hotel que es un lujo en sí mismo, pero un lujo muy poco convencional, donde conviven tradición y amor por las costumbres arraigadas del terruño, con diseño y modernidad. Ese lugar existe…
Lo encuentro en la comarca turolense del Matarraña, una de las zonas más bellas y a la vez más desconocidas de España. Allí, en la localidad de Monroyo, me espera Consolación, el lugar perfecto, singular, diferente y único para una escapada con Matty, mi fiel mascota, donde estoy seguro de que encontraré la tranquilidad y la conexión con la naturaleza que busco.
Al llegar a Consolación, me cuentan su historia y la pasión con la que sus propietarios, que ni siquiera eran de la zona, pusieron en marcha el proyecto teniendo en cuenta la historia del lugar como si hubiesen vivido allí toda la vida. No en vano, el nombre del hotel y el logo son un tributo a la “Mare de Deu”, la Virgen de la Consolación. En este proyecto, no dudaron de contar con personal de la zona para trabajar en el hotel, en su mantenimiento, en sus fogones… para que no se perdiera nunca la esencia del lugar.
A simple vista, lo que más llama la atención en Consolación son sus habitaciones en forma de cubo, una suerte de mirador que es una invitación a participar de la naturaleza. Y así es, ya que construidos en madera y con una pared frontal toda de cristal, hace que pierda la noción de tiempo y espacio, abrumado por el bello paisaje que se abre ante mí. Su interior, me inspira cierto toque japonés, con su cama modular tipo tatami, o su bañera excavada en el suelo de pizarra negra, y pienso en la casualidad del vínculo con el país nipón que también me lleva a ser fiel, y casi adicto, a mi fragancia l’Eau d’Issey pour Homme Vétiver de Issey Miyake Parfums, cuya fuerza aromática basada en la raíz de vetiver y el agua son una auténtica oda a los elementos.
Pero Consolación es mucho más que sus habitaciones Kubo. Sus anfitriones han sabido crear un espacio donde cobran protagonismo tanto los espacios de interior como los que se encuentran al aire libre. Así, aprovechando el sol que ya quiere calentar al acercarse la primavera, decido dar un paseo con Matty y descubro una de las joyas del hotel, el sillón de pensar. Nunca hubiera imaginado algo así, pero allí estaba: un sofá clavado en una roca, casi en el precipicio. No lo dudo y hago honor a su nombre y me siento a pensar y a disfrutar de la belleza que me rodea en forma de frondosos bosques y montañas.
De vuelta, me topo con una ermita que, aunque no es un espacio del hotel propiamente dicho, puede que sea el punto clave que ha inspirado todo lo que es Consolación, a cuya Virgen está dedicada, y que destaca por su la cúpula atípicamente grande para lo que sería la cúpula de una ermita, por el fresco de Felipe Pellicer y la aparición de la virgen, los púlpitos policromados y la Virgen de la Consolación, sencilla, pero de una gran riqueza expresiva.
Al acercarme al hotel, también soy consciente de otras dos edificaciones que nada tienen que ver con el cubo en el que pasaré la noche. La antigua casa del ermitaño hoy alberga dos nuevas habitaciones, Refugio y Ermita, que se construyeron en 2020 coincidiendo con el décimo aniversario del hotel. Totalmente distintas a los cubos, y con 32m2, estas habitaciones juegan con las luces, las sombras y las texturas, creando un espacio donde fluye una energía muy especial. Además, otra habitación, la Barroca, con 47m2, rompe con todo lo anterior en una explosión de colores y texturas ambientadas en el siglo XIX que se completan con su propia chimenea y las dos ventanas con singulares vistas a patio del hotel.
Sigo descubriendo los espacios que alberga Consolación, y no puedo sentirme más identificado con su biblioteca. Los anfitriones de Consolación sabían que este sería el alma de la casa, y por ello pusieron especial mimo en su decoración, donde no faltan un Chester de piel gastada y una inmensa chimenea.
Llega la hora de cenar y reconozco que estoy ansioso por descubrir los sabores del Matarraña que han sabido preservar con cariño, pero incluyendo notas actuales de una forma magistral.
El espacio invita a disfrutarlo, ya que el restaurante tiene la forma de los antiguos cobertizos y su pared principal es un inmenso ventanal con vistas al patio de la casa principal. La carta no defrauda, y me presenta una variedad de platos en los que los protagonistas son los productos locales que son tratados con respeto y humildad, y que transmiten la pasión que respira todo el proyecto de Consolación al tiempo que rinden culto a los productores de la zona, como Miguel, que sigue haciendo un pan que no se encuentra igual en ningún otro sitio.
Después de cenar me dedico un tiempo a mí mismo. La noche está fresca, y la chimenea colgante me proporciona la calidez necesaria para disfrutar de un buen libro, música y una copa de vino, en el preludio de una noche de sueño reparador.
Amanece y tengo sentimientos encontrados. He de volver a casa, pero no quiero abandonar este lugar donde, tal y como me avisaron, he sentido una energía muy especial. Una energía que también me ha transmitido todo el personal que, con pasión, llevan este hotel sin olvidar el compromiso con las tradiciones, los productores locales y sobre todo el entorno. Y es que, como decía el gran diseñador japonés Issey Miyake: No hay mejor musa que la naturaleza. Un mantra que cobra su máxima expresión en l’Eau d’Issey pour Homme Vétiver de Issey Miyake Parfums, una auténtica explosión de frescor y de sofisticación gracias al vetiver, la nota amaderada más elegante que existe.