UN MAR DE VIÑEDOS AL BORDE DEL ATLÁNTICO /
Sábado de finales de septiembre, 07:30 h de la mañana. Me despierta el silencio, no estoy acostumbrada a él. Salgo descalza a la terraza algo desorientada y es que he dormido tan profundamente que al abrir los ojos no he recordado dónde estoy. Objetivo cumplido, me digo. Solo llevo aquí un día y he conseguido desconectar por completo.
Hoy el sol brillará, porque no es cierto que en Galicia llueva siempre. Pasearé por los viñedos que ahora tengo frente a mi, que rodean el hotel y tapizan las suaves colinas que aquí, en la región de El Salnés no alcanzan siquiera los cien metros de altura. La atmósfera está tan limpia que a lo lejos y solo un poco por encima de las vides se divisa el océano: Una franja azul oscura de ese Atlántico cuyo influjo consigue que una uva noble y autóctona se convierta, tras un delicado proceso, en el codiciado vino albariño. Este blanco, que durante años solo se tomaba en Galicia y ahora se cotiza en el mundo entero, es el corazón no solo de la zona sino de este hotel, presente en su bodega y en su gastronomía.
Esta tarde, después de haberme empapado de toda la belleza de las Rías Baixas, volveré aquí, compartiré un rato de charla y confidencias con Nacho, el perfecto anfitrión de este hotel y sólo mediará entre nosotros una copa de albariño bien frío. Y confirmaré que el secreto de la buena vida atlántica, el lema de Quinta de San Amaro, se halla en torno a esta mesa.