UN MAR DE SENSACIONES /
Cuentan quienes ahora peinan canas que el mar o la mar una vez les susurró que si lo miraban fijamente, serían capaces de vivir y sentir historias maravillosas. Historias tan únicas como la de aquella niña que soñaba abrir una ventana a ese imponente Cantábrico, dejando que el salitre cimentara su fortaleza añorada. Pasados los años, la piedra, la madera y la hierba forjaron el Hotel Pleamar. Varado en la tierra, sobre una suave alfombra de intensos verdes, caminar descalzo y sentir el frescor es quizás uno de sus pequeños regalos. Guiados por la rutina del marinero, se impone un desayuno en base a las recetas de antaño, donde el aroma del café con las galletas de nata y la tarta de manzana son solo el principio para perder el sentido. A partir de ahí, una senda dibujada sobre una costa infinita de acantilados y playas es el magnífico peaje para cerrar un día perfecto, ordenando emociones entre un mar de infinitas sensaciones. A lo lejos, el puerto marinero de Vega anuncia la llegada de nuevos pasajeros.