Escapadas a Dubrovnic con Rusticae
Hay ciudades que por su situación, historia, monumentalidad o belleza hacen sombra a la capital del país. En Marruecos ocurre con Marrakech, en Turquía con Estambul y en Croacia con Dubrovnik. La capital croata es Zagreb, apodada la pequeña Viena, pero el encanto de sus cafés, parques, museos o avenidas señoriales sigue estando eclipsado por la espectacular estampa de la ciudad amurallada de Dubrovnik, frente a las aguas del Adriático.
Planes destacados para tu fin de semana o escapada romántica en Dubrovnic
En Rusticae te presentamos 3 planes que no te van a dejar indiferente:
Dubrovnik: Desembarco del rey
En los últimos años Dubrovnik ha saltado a la fama por el rodaje de la serie de Juego de Tronos, que la convirtió en la ciudad ficticia de Desembarco del Rey. Así que si eres fan de esta serie, en Dubrovnik podrás disfrutar de una visita guiada por los escenarios que formaron parte de la segunda y cuarta temporada.
Adéntrate en sus calles
La ciudad vieja de Dubrovnik se encuentra dentro del perímetro de las murallas y está declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Es una delicia pasear por sus calles adoquinadas, muchas de ellas estrechas y escalonadas, salpicadas de plazuelas, terracitas, tiendas y edificios históricos. Y el gusto es doble sabiendo que todo el casco viejo es peatonal y ningún coche puede acceder.
Mil planes por hacer
Con el buen tiempo puedes darte un baño en la playa Gradska o tomar un ferry a la cercana isla de Lokrum, un vergel sin casas ni hoteles donde destacan las ruinas de un monasterio benedictino, un jardín botánico y una preciosa playa rocosa. Si quieres que tu viaje coincida con alguna fiesta, no te pierdas San Blas en febrero o el Festival de Verano de Dubrovnik en los meses de julio y agosto, con un rico programa cultural con conciertos de música, obras de teatro y espectáculos de danza.
Información para preparar tu escapada
Dominada por bizantinos, venecianos, húngaros y turcos, la capital de la antigua República de Ragusa, que se mantuvo soberana desde el siglo XIV hasta 1808, cuando Napoleón la incorporó al Reino de Italia, alcanzó su mayor auge durante los siglos XV y XVI, cuando su flota se componía de doscientos barcos, llegando a rivalizar con potencias navales tan destacadas como Venecia. Fue por lo tanto una ciudad rica y pujante, como puede observarse en sus palacios, iglesias, conventos… y, por supuesto, en sus robustas murallas, celosas protectoras de este gran tesoro. La historia es dilatada, y no está privada de sucesos dramáticos. Si hubiera que citar dos, serían, por un lado, el terremoto de 1667, que provocó su decadencia, al dejar la ciudad y el puerto prácticamente destruidos y saldándose la vida del 40% de la población. Por otro, y más reciente, los virulentos bombardeos que experimentó durante la Guerra de los Balcanes en los años noventa. Todavía es posible percibir sus cicatrices, pero lo cierto es que Dubrovnik, como lo ha hecho a lo largo de su historia, ha sabido volver a levantarse y seguir deslumbrando con su belleza a todos los que la visitan. Por algo le llaman la perla del Adriático.
La ciudad vieja de Dubrovnik se encuentra dentro del perímetro de las murallas y está declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Es una delicia pasear por sus calles adoquinadas, muchas de ellas estrechas y escalonadas, salpicadas de plazuelas, terracitas, tiendas y edificios históricos. Y el gusto es doble sabiendo que todo el casco viejo es peatonal y ningún coche puede acceder. La calle principal es Stradun, que va desde la Puerta de Pile hasta la Plaza Luza. Aquí se toma el pulso a la ciudad. Es la vía más bulliciosa de la ciudad y en ella se encuentran la mayoría de sus monumentos. Lo primero que llama la atención es la Fuente de Onofrio, del siglo XV, por su gran tamaño, su forma circular, su cúpula y sus 16 grifos con forma de máscara. Junto a ella se encuentra el Convento de San Francisco, que además de su claustro, museo y biblioteca, presume por albergar una de las farmacias más antiguas de Europa, donde se puede comprar productos de belleza elaborados como antaño, sobresaliendo la crema hidratante de rosas.
La Plaza Luza y sus alrededores, en el otro extremo de la calle Stradun se concentran los demás edificios civiles y religiosos que no hay que perderse en Dubrovnik. El Palacio del Rector, de estilo gótico-renacentista, es el más representativo de la historia de la ciudad, reconocible por sus arcos y capiteles tallados. Y es que fue sede del gobierno de la República de Ragusa. En la actualidad se ha reconvertido en el Museo de Historia y Cultura. También destaca el Palacio Sponza, antiguo centro de aduanas; la Torre del Reloj; y la Columna de Orlando, en el centro de la plaza, que se alza como símbolo de la libertad. Recordemos que el lema de la República de Ragusa era: la libertad no se vende ni por todo el oro del mundo.
En esta zona también se levantan la iglesia de San Blas, patrono de Dubrovnik, y la Catedral de la Virgen de la Asunción, que a lo largo de su historia ha pasado por los estilos bizantino, románico y el actual barroco, cuya cúpula sobresale por encima de los tejados anaranjados de la ciudad. Merece la pena acercarse también al puerto y, sobre todo, recorrer las murallas, la mayor atracción de Dubrovnik. Las murallas cuentan con casi 2 kilómetros de recorrido y alcanzan los 25 metros de altura, constituyendo el mejor mirador de la ciudad vieja y del mar Adriático. No hay que perderse sus fortalezas y puertas, como la Torre Minceta, el Fuerte de San Juan o la Puerta Ploce.
Aunque lo dejemos para el final, la gastronomía de Dubrovnik es otro de sus atractivos, como lo demuestran sus restaurantes y terrazas siempre llenas. En la gastronomía Dubrovnik confluyen varias circunstancias que no hacen más que enriquecerla, porque a la tradición culinaria croata se suman las influencias italianas, eslavas, turcas, centroeuropeas o de países mediterráneos, así como las bondades del mar, al tratarse de una ciudad costera. En la mesa no faltan las cigalas, las otras, el pulpo, los calamares, las anguilas y ranas del valle del Neretva, la ternera, las aves, el cerdo, el cordero, las hortalizas, el aceite de oliva, el melón o el mantala, un dulce muy parecido al turrón.