Casas do Côro es mucho más que un hotel con encanto. Es la materialización del sueño de Carmen y Paulo Romão, que hace más de veinte años decidieron devolver la vida a la parte alta de la aldea histórica de Marialva, una de las joyas patrimoniales del norte de Portugal. Piedra a piedra, han rehabilitado una decena de edificaciones tradicionales al pie del castillo y envueltas por la antigua muralla. Hoy, rodeado de olivos y almendros, Casas do Côro se ha convertido en un auténtico destino en sí mismo, donde la arquitectura beirã se funde con el diseño contemporáneo para ofrecer una experiencia sofisticada, hedonista y profundamente acogedora.
El hotel cuenta con una variada oferta de estancias que se adaptan a todo tipo de viajeros: desde habitaciones dobles y junior suites hasta suites familiares y casas privadas de dos y tres dormitorios, todas ellas con una decoración exquisita que mezcla lo vintage con lo moderno, y equipadas con todas las comodidades de un hotel de lujo.
Las zonas comunes de Casas do Côro están diseñadas para hacerte olvidar la rutina. En su salón principal, el fuego de la chimenea invita a largas conversaciones. El chill-out exterior, con sus fabulosas hamacas, es perfecto para dejar pasar el tiempo al ritmo de la naturaleza. Y su Eco Friendly Concept Spa es un refugio de bienestar con sauna y baño turco panorámicos, piscina interior, aqua gym, zona de relajación, suites para masajes y un espacio lifestyle con bar, música lounge y chimenea suspendida. La gastronomía es otro de sus grandes pilares: productos frescos del mercado, vinos de producción propia y menús servidos en terrazas o salones íntimos que conquistan todos los sentidos.
El entorno ofrece un sinfín de experiencias que giran en torno a la cultura, la naturaleza y la aventura. Desde paseos en barco por las Arribes del Duero con almuerzo incluido, hasta rutas por los viñedos o actividades al aire libre que celebran la belleza intacta de esta región. Casas do Côro es un hotel-destino para quienes buscan lujo con autenticidad, horizontes infinitos y esa sensación —tan rara como valiosa— de haber encontrado un lugar donde todo fluye, donde todo está en su sitio.